Oscar Asquito Desprecio Picaporte Giordano Carrington Chalamanch Maurer Merino Merger Castellá Ortiz Monasterio Primero es nuestro perro, de Hello Stranger y mío. Y claro, como padres orgullosos, estamos convencidos de que es el perro más bonito y ocurrente que jamás haya nacido.
Me and you and a dog named
Travelin' and livin' off the land
Para mí es un asunto importante por varias razones, la primera es que es el primer perro mío-mío; con todo lo que quiero a Monsieur Paulo y Mademoiselle Fiona Ruth, ellos no dependen de mí, son lo que se llama perros de la familia, y aunque pueda llegar a ser una chinga y una angustia lidiar con el susodicho, la verdad es que me emociona mucho. La segunda es aun más trascendente, y es que, el promedio de vida de un perro va por los doce años y, hasta hace poco, nunca me hubiera imaginado queriendo tener algo con alguien con, digamos, un año de plazo, mucho menos algo que seguirá conmigo más allá de los treinta.
Y se siente bien.
Con todo y su llegada azarosa. Verán, la búsqueda de un perrito inició en las vacaciones por la Perla de Occidente con Lamamá y el Conejillo Nórdico, primero hojeando los anuncios de periódico y después en una pesquisa con más intención, visitas, y llamadas telefónicas.
Me and you and a dog named Boo
How I love bein', a free man
Finalmente llegamos a la glorieta donde se supone que venden "arte" así, entre comillas por lo cuestionable de su calidad, pero que en realidad vende perros. De todo tipo y raza: pugs, golden retrievers, pitbulls, salchichas, mastines, bloodhounds, bulldogs...en fin, todos. Hasta que encontramos al señor de los Jack Russells, un señorcito todo bueno, con su perro Otto y sus cuatro cachorros hermosos, hablamos con el y jugamos con sus perritos por horas, llamé a Hello Stranger y lo seduje con fotos del que sería nuestro perro: una perrita lindísima y bienvibrosa.
Regresé a la Gran Ciudad esa noche emocionada y feliz, Lamamá llegaría con Sookie una semana después y tendríamos un perrito. Yey. Excepto que dos días después me llamó llorando para decirme que se la habían robado. Así. Ya no hay perrito. Y quien sabe a donde se la llevaron. Se la robaron los valets de un restaurante al que había ido a comer Lamamá y a donde le habían llevado al cachorro.
Unas 18 horas de llorar y llorar. Y llorar.
Oscar apareció después de eso. Y fuimos a verlo al barrio de San Juan de la Chingada, a una vecindad dudosa rodeados de señores dudosos, y Oscar, sin más se nos aventó, nos sedujo con sus bigotes bicolor y that was that.
Bienvenido, Pup.